top of page

Judíos no hay, alemanes tampoco (Polonia, 2023)

Paulo Faria

Traducción de Felipe Cammaert

1.

1..jpg

El desconocido apareció allá al fondo, caminando hacia mí, por la senda que atraviesa el pinar. Me apresuré a sacar la máquina del estuche y a enfocar la imagen pero, a fin de cuentas, pude fotografiar tranquilamente a ese hombre. Vista a lo lejos, en un terreno plano, la gente se tarda minutos eternos en aproximarse a uno. Fue por esa misma senda, sobre rieles desaparecidos hace mucho tiempo, que irrumpieron los trenes abarrotados de gente, veinte vagones al mismo tiempo con una locomotora cansada en la parte trasera, empujándolos. En un terreno plano, la perspectiva genera una ilusión óptica que parece suspender el tiempo. Vistos a lo lejos, los trenes se tardaban minutos eternos en aproximarse a Treblinka.

2.

2..jpg

En un pueblo muy, muy antiguo, llamado Wolbórz, cerca de Lodz, hay una vivienda blanca con un Mercedes estacionado en la vía de acceso al garaje. El perrito ladra, un niño juega lanzando estruendosos pelotazos al portón metálico, el dueño de la casa me deja fotografiar. A los judíos de Wolbórz los mataron en el Holocausto. El dueño de la casa cree que soy descendiente de uno de ellos. Cuando las personas desaparecen de esa forma, extirpadas del mundo como niños aturdidos que alguien raptó en plena noche, uno siempre espera verlas regresar. Esa casa no siempre fue una vivienda. Entre esas paredes, cuando había judíos, se celebraba el culto pues aquí quedaba la sinagoga de Wolbórz.

3.

3..jpg

En Ujazd, la sinagoga se convirtió en el cuartel de los bomberos voluntarios. En la fachada se dibujan ventanas espectrales, ojos ciegos cuyos párpados alguien suturó. Sin que lo sepan, los gritos de las sirenas evocan a las víctimas. Tal vez allí adentro se organicen bailes, en los días de fiesta.

4.

4..jpg

En el cementerio católico de Ujazd, hay un desnivel junto al muro, un rincón para los bebés que murieron sin ser bautizados. Separados así de los demás muertos, parecen indefensos en su fosa, un tanto estupefactos, incapaces de comprender ese ostracismo, destinados a una eterna perplejidad.

5.

5..jpg

En Brzeziny estacionamos frente a unos edificios amarillos velados de negro, en donde antes de la guerra vivían judíos. Del otro lado de la calle, en el terreno donde estaba la sinagoga – que los alemanes demolieron con dificultad porque era enorme –, ahora hay una zona comercial que vende materiales de construcción. Enorme y bonita, la sinagoga. Lo sé porque vi una foto antigua, en blanco y negro. Más de la mitad de los habitantes de Brzeziny eran judíos. Casi ninguno sobrevivió. Enseguida fuimos al lugar del cementerio judío. Quedaba en la ladera de una montaña. Después de la guerra, la ladera fue escavada para hacer una cantera, pues se necesitaba cemento para los que nuevos edificios brotaran del suelo. Los habitantes de la nueva Brzeziny fueron a vivir en apartamentos amasados con los huesos molidos de los judíos. Los edificios amarillos con vista al espectro de la sinagoga, otrora lujosos, ahora están desocupados, pues los criterios del lujo cambiaron mucho desde entonces, y el bienestar es siempre relativo. Y, naturalmente, es más fácil que nos visiten fantasmas en un apartamento con baño y calefacción central.

6.

6..jpg

En Lodz se respira una tristeza tan densa que podría pensarse que todos los que vivieron allí tuvieron que aplicar en los muros de la ciudad una nueva mano de melancolía.

7.

7..jpg

Después de la Segunda Guerra Mundial, las fronteras de Polonia fueron trazadas nuevamente, y todos los alemanes que se encontraban en territorio polaco fueron expulsados. En la región de Lodz había familias alemanas que vivían allí desde hace cuatro, cinco o más generaciones. Todos ellos tuvieron que irse. Tan sólo quedaron las fincas, las casas rurales y los palacios. Acompañado de su mamá, cuando era niño, mi amigo Sebastian paraba en la calle Wólczanska, frente al chalé construido en el siglo diecinueve por un industrial alemán, e intentaba encontrar, entre el follaje de estuco de la fachada, los animales escondidos. Pájaros, ardillas. Y un zorro asomándose por una madriguera entre las raíces del árbol, listo para cazarlos.

8.

8..jpg

Cada vez que una pareja de novios se besa en la boca con sincera ternura es como si una ínfima parcela del mal que habita el mundo se redimiera. Es como si, mientras dura el beso, se suspendieran por unos breves segundos la indiferencia, la aridez de los corazones, el odio. La gente desvía la mirada, espía a los novios discretamente, evita perturbar ese instante. Luego, el beso termina y hay que volver a comenzar.

Mayo de 2023

 

Esta espectrografía fue creada en el marco del proyecto GHOST —Espectralidade: Literatura e Artes (Portugal e Brasil), del IELT (NovaFCSH).

 

Acceder aquí:  https://www.ghostprojecto.com/

 © Paulo Faria

bottom of page